Mi nombre es Humberto, soy taxista en la ciudad de México desde hace 30 años, normalmente mi turno es de 8 am a 6 pm, un viernes en mi ultimo viaje lleve a una persona a CU, yo había completado mi horario y ya me encontraba cansado, llegamos al punto y el pasajero descendió, decidido a regresar a casa en ciudad Neza, apague el letrero de libre como señal de ya no prestar el servicio, sin embargo una chica se acerco a mi solicitando que la llevara a su casa en el centro de Tláhuac, le explique a la chica que ya había terminado mi turno y no tomaría mas viajes, sin embargo la chica insistió y me explico que no le gustaba regresar a casa en trasporte público ya que había tenido malas experiencias, no seria un mal viaje ya que son los rumbos que tomaría para llegar a casa, accedí a realizar el viaje, comenzó a correr el taxímetro y nos pusimos en marcha, curiosamente ese día no había tanto trafico como normalmente, más en viernes, durante el viaje la chica platicaba de sus clases en la universidad, después me platico de su familia, charla normal de un viaje, el viaje por periférico sur tranquilo, de hecho más tranquilo de lo normal para el horario, llegamos a la avenida Tláhuac, cuando la chica comenzó a comportarse un poco rara, le pregunte que si se encontraba bien, me dijo que no le gustaba pasar por esa avenida ya que le daba mucho miedo, le dije que no se preocupara que solo era un pequeño tramo, seguimos el camino, de repente la chica dejo de hablar, mira por el retrovisor y note a la chica nerviosa, le dije que no se preocupara que ya estábamos por llegar a la dirección, movió la cabeza de forma afirmativa pero un se veía asustada, estábamos próximos a llegar a la dirección que ella me dio, le pregunte si estábamos en el camino correcto, pero no me contesto, le volví a preguntar sin respuesta alguna, mire por el retrovisor y la chica ya no se encontraba en la parte trasera, me detuve y abrí la puerta del carro solo para confirmar que la chica y no se encontraba en el auto, en ese momento sentí como una escalofrió recorrió mi espalda, me subí a mi carro, avance sobre la avenida, vi un sitio de taxis local, me detuve y sentí la necesidad de comentarles lo que me había pasado, uno de los choferes comenzó a reírse y me dijo que a la mayoría de ellos ya les había pasado, que no me preocupara que solo es un pequeño susto.
Humberto, Taxista de la CDMX
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